Ya desde el primer día de nuestra vida comenzamos a comunicarnos con los que nos rodean, y a lo largo de los años vamos desarrollando diferentes formas de comunicación. Nos comunicamos constantemente, todos los días y a todas horas, en casa, en el trabajo, con los amigos, los hijos, con nuestra pareja, … e incluso con nosotros mismos. Y sin embargo, después de tantos años nos damos cuenta de que el mayor factor de creación de conflictos es una comunicación inadecuada.
Comunicarse con los demás no consiste única y exclusivamente en transmitir información. La comunicación se construye a partir de una buena escucha. Seguro que conocen la famosa frase de“tenemos dos orejas y una boca para escuchar el doble de lo que hablamos” pero ¿de verdad escuchamos? A pesar de la instauración en algunas compañías de mecanismos como los “buzones de sugerencias” o las reuniones consultivas, ¿se escucha realmente a sus empleados? Y si es así, ¿qué hacen después con esa información que les llega?
A lo largo de los años se pasó en las organizaciones de un liderazgo autoritario, del “ordeno y mando”, a un liderazgo más participativo en el que las opiniones de los empleados eran tomadas en cuenta para la toma de decisiones. Sin embargo, en algunas se trata tan sólo de una fachada, de un trámite para “quedar bien”. Pero «si quieres motivar a tus empleados, pregúntales; si quieres desmotivarlos completamente, pregúntales y después no hagas ni caso a sus sugerencias».
En general, nos hemos acostumbrado a no escuchar ni ser escuchados. La mayor parte del tiempo lo pasamos hablando con nosotros mismos, es decir, sumidos en nuestro propio diálogo interno, rumiando nuestros juicios y prejuicios, nuestras interpretaciones, nuestros pensamientos.
Sí, claro que hay reuniones, comunicados, informes y … más reuniones. Pero en la comunicación, lo importante no es sólo lo que dices, sino cómo lo dices.
Cuando los líderes se centran en su propio diálogo, no les queda tiempo para elogiar un buen comportamiento, para felicitar por unos buenos resultados, para apoyar a su equipo en los momentos duros y compartir sus esfuerzos. Y eso, también es comunicación.
Cuando las personas se encierran en su YO más profundo, escupen por su boca vocablos en forma de órdenes o incluso de críticas, sin tener en cuenta la importancia de cada palabra utilizada, del tono de voz elegido y del momento escogido para hacerlo. La comunicación directa no está reñida con el respeto sino todo lo contrario.
Los que tienen equipos a su cargo, ¿son verdaderamente conscientes de cómo influye en los demás su manera de comunicarse?
En ocasiones me pregunto: si hiciéramos un examen de escucha, comunicación y feedback a nuestros líderes ¿cuántos de ellos aprobarían?