Deja que tu conocimiento fluya

“Había estudiado muchísimo pero cuando llegué al examen, me quedé en blanco”, “Ahora lo pienso y podría haberlo hecho mucho mejor pero en ese momento no era capaz de ver toda la escena, es como si sólo pudiera escucharme a mí mismo”, “No lo entiendo, lo he repetido cientos de veces pero me bloqueé, no fui capaz de hacerlo”, “Era un momento importante y lo fastidié, cometí un error de principiante”,…

El estrés, que en su medida justa nos ayuda a prepararnos mejor, a estar más atentos, también se puede convertir en nuestro peor enemigo. Las personas más autoexigentes saben bien de lo que estoy hablando. Por muy profesionales que seamos, por mucho que hayamos entrenado, el estrés nos puede hacer rendir muy por debajo de nuestro nivel habitual.

En su fantástico artículo “Se les encogió el brazo” (http://chemabuceta.blogspot.com.es/2012/08/se-les-encogio-el-brazo.html) , Chema Buceta nos explica cómo el estrés está haciendo mella en la Selección Española de baloncesto durante estos Juegos Olímpicos de Londres 2012. El mes pasado tuve la fortuna de asistir a uno de sus partidos preparatorios y, ciertamente, no parecen los mismos.

Pero el estrés no es exclusivo de grandes jugadores olímpicos, ni de famosos cantantes que en los grandes conciertos se olvidan de la letra de sus propias canciones, o de actores de renombre que en momentos decisivos no consiguen recordar su papel. No; todos nos encontramos en nuestra vida con momentos en los que deberíamos rendir al máximo de nuestras posibilidades y el estrés nos puede jugar una mala pasada.

Ser conscientes de que esto nos está sucediendo e identificar los síntomas físicos de nuestro nivel de estrés nos puede ayudar a controlarlos.

Por otro lado, detrás de un elevado nivel de estrés suele existir algún pensamiento, alguna creencia, que nos está autolimitando. En estas ocasiones, reconocer nuestros pensamientos y cambiar la perspectiva, nuestro punto de vista desde el que observamos la situación, puede servirnos para darle a cada momento la importancia justa.

Y por último, confiar en nuestras capacidades. No se trata de decirnos frases automotivantes sin más, del tipo “Seguro que lo hago bien”, “No voy a fallar”, sino de basar nuestra confianza en hechos objetivos, en momentos similares que hemos resuelto con éxito, en reconocer nuestras horas de estudio, de entrenamiento o de preparación.

Y llegado el momento decisivo, DISFRUTAR del presente, dejando que fluya todo nuestro conocimiento, dejar a nuestro cuerpo y nuestra mente que haga lo que ya sabe hacer, sin ponerle ataduras.

Siempre lo harás lo mejor que seas capaz de hacerlo en cada momento. Si quieres mejorar tu rendimiento, pon un coach en tu vida.

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