Todos los días se levantaba temprano para abrir la llave del riego. Se sentaba en una piedra, y observaba cómo el agua corría cristalina por la profunda zanja excavada en la tierra. Varios metros más allá, su cerezo se marchitaba sin remedio. Las raíces, secas, buscaban alivio en el frescor que se intuía a lo lejos pero no lograban alcanzarlo.
Desde su piedra, él se lamentaba de la situación: “¿Por qué se estará secando mi árbol? ¿Es que acaso no me esfuerzo lo suficiente?”
Sumido estaba en estos pensamientos cuando un niño apareció a su lado. No le había oído llegar y su presencia le sobresaltó. El niño se sentó a su lado en silencio observando cómo el agua seguía su curso para perderse a lo lejos. Al cabo de unos minutos le preguntó: “¿Por qué no haces que el agua llegue hasta tu cerezo?” “Bueno – contestó él dubitativo – no se me ocurre cómo podría cambiar el curso del riego. Esa zanja siempre ha estado ahí y, cuando abro la llave, el agua corre hacia ella”.
El niño le miró con sus profundos ojos negros y le dijo: “Coge tu azadón y haz un pequeño surco que desvíe el agua de la zanja en dirección a tu cerezo. Al principio, sólo unas gotas de agua llegarán hasta él y el resto se perderá. Hazlo cada día y pronto la zanja habrá cambiado su rumbo. El agua correrá alegre hacia tu cerezo y a su lado podrás plantar un hermoso huerto. La antigua zanja, de no usarse, irá tapándose con la tierra de sus bordes y desaparecerá”.
Gema Sancho.
Al igual que el agua del cuento, nuestros pensamientos se han acostumbrado a seguir siempre un mismo camino, a veces muy alejado de nuestros deseos. Permite que, a través de los sueños, tus pensamientos exploren nuevos caminos que te lleven donde quieres ir. Tú eres libre de construir tu propio camino. Da el primer paso!