¿Qué quieres hacer hoy para mejorar tu vida?

Era una tarde gris de primavera. El viento soplaba fuerte y la lluvia caía, incesante, cubriendo el suelo de grandes charcos sucios. Así era el paisaje exterior; pero en su alma también se había desatado la tormenta. Tirado en un sofá, frente al televisor, pulsaba mecánicamente los botones del mando a distancia esperando encontrar algo que le hiciera escapar. En su cabeza tan sólo aburrimiento, desesperación, hastío. Había pasado el día frente al ordenador introduciendo sus datos en busca de un trabajo. Ya casi ni recordaba lo que era levantarse temprano y salir a la calle con una dirección determinada. Y poco a poco, el peso de la tristeza se fue apoderando de sus párpados.
Amaneció en un desierto negro de ceniza. No se veía a nadie por ningún lado, y el viento formaba remolinos a su alrededor que le hacían protegerse los ojos con las manos para evitar que la ceniza le golpeara. No entendía muy bien cómo había llegado hasta allí y comenzó a maldecir al destino. ¿Por qué le estaba pasando esto a él?
Anduvo en círculos durante varias horas y finalmente cayó rendido al suelo. Comenzó a llorar y sus lágrimas corretearon sobre la ceniza para formar brevemente una frase: “Recibes lo que proyectas” y después, la ceniza se las tragó.
Sorprendido e intrigado, cerró los ojos y buscó en lo más profundo de su corazón algún pensamiento positivo. No era tarea fácil, pero finalmente descubrió una pequeña brizna de esperanza. Abrió los ojos y …todo parecía igual. Pero no, allá a lo lejos, difuminada por la bruma, se veía una luz.
A sus pies, un libro. Y al abrirlo, sólo una frase: “Lo que necesitas está en tu interior”.
Se levantó y comenzó a caminar en dirección a la luz. Una luz que se iba haciendo más y más nítida a medida que se iba acercando a ella. Le gustaba esa sensación de caminar hacia algún sitio concreto, y su paso se iba haciendo cada vez más firme. Un camino duro, pero camino al fin.
Pensó que si aumentaba el ritmo de sus pasos llegaría antes. También pensó que si ampliaba el tamaño de sus pasos iría más rápido. Y así, pronto se vio avanzando a grandes zancadas. Para su sorpresa descubrió que se sentía muy cómodo avanzando de esa manera y pronto destacó su facilidad para caminar a pequeños saltos; saltos que se fueron ampliando más y más hasta que, casi sin darse cuenta, comenzó a volar. Sus brazos se convirtieron en alas, y sintió que disfrutaba elevándose entre las nubes. Subió alto, muy alto, y desde allí pudo ver que la luz que había estado persiguiendo durante todo ese tiempo ya no le parecía tan brillante… Y un nuevo mundo apareció ante sus ojos.

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