En los últimos días he tenido la gran oportunidad de poder reunirme y conversar con un amplio grupo de psicólogos. Siempre resulta interesante, al menos para mí, escuchar, saber lo que opinan los demás y sobre todo, aprender.

Ha sido fantástico poder compartir estos momentos con tan grandes profesionales, a los que admiro profundamente.

Sin embargo hubo algo que me sorprendió: los prejuicios y rigidez de pensamiento de ALGUNOS psicólogos acerca del coaching. Posiblemente se trataba de los más inexpertos y seguramente los que mayor desconocimiento tienen acerca de esta profesión.

Soy consciente de la cantidad de barbaridades que se están haciendo hoy en día bajo el paraguas de la palabra “coaching” pero eso no me impide sentirme orgullosa de definirme como coach.

Estuve tentada de rebatir con argumentos las desacertadas afirmaciones de estos psicólogos pero me di cuenta de que en ese momento no habría servido para nada ya que no hay mayor sordo que el que no quiere escuchar.

Creo que la mejor manera de defender nuestra profesión no es dedicando horas y horas a explicar lo que hacemos sino haciéndolo y haciéndolo bien.

Pero del mismo modo que pienso que para un coach resultan imprescindibles algunos conocimientos de psicología, estoy convencida de que muchos psicólogos necesitarían profundizar en las habilidades propias de un coach antes de lanzarse a diseñar intervenciones y aplicar los modelos y herramientas que tan bien conocen.