Lo importante es ganar

«Hoy, una vez más, hemos hecho un trabajo impecable para terminar en el podio después de salir desde la cuarta fila, logrando una vez más un milagro dominical. El equipo me ha mantenido informado constantemente sobre Vettel y, hacia el final, tenía la esperanza de que le pasase algo a él o a Button, que nos permitiese alcanzar nuestra meta. No ha podido ser y debemos aceptar el resultado conseguido en la pista. ¿Qué podría pedirle al equipo para 2013? Eso es fácil, un coche más rápido; pero sobre todo, me gustaría ver el mismo esfuerzo y profesionalidad que ha mostrado el equipo al reaccionar ante las adversidades iniciales. Aunque quizás no hemos alcanzado el nivel de rendimiento de los mejores, todos han demostrado una dedicadión total. Repito, estoy feliz y orgulloso y ¡ahora toca tomarse una caipirinha!».
Estas eran las declaraciones de Fernando Alonso tras quedar segundo en la última carrera del Campeonato de F1 2012, perdiendo así la oportunidad de ser tri-campeón del mundo, en favor de Vettel.
Detrás de estas palabras está, por supuesto, la decepción de no haberlo conseguido, de no haber  alcanzado ese resultado tan deseado por Alonso. No se puede negar su deseo de ganar cada carrera, su lucha por ser el primero, por subir al podio y por levantar una nueva copa en cada Gran Premio.
Esta fuerte motivación hacia el resultado es un ingrediente que habitualmente encontramos en todos los deportistas, ya sean de alta competición, aficionados, o jóvenes deportistas que se están iniciando en este apasionante mundo del deporte. La presión mediática y nuestra propia cultura, tan dada a la comparación con los demás, se encargan de ello. Continuamente oímos mensajes del tipo «Lo importante es ganar», «Del segundo nadie se acuerda», «El éxito se mide por los resultados», etc.
Pero lo que realmente llama la atención de las declaraciones de Alonso (y no sólo de éstas sino de las de toda la temporada) es que dejan ver el otro gran ingrediente que necesita un deportista para ser un verdadero campeón: su fuerte motivación por la mejora continua respecto a sí mismo. La cultura del esfuerzo, de trabajar duro para hacer bien lo que únicamente depende de él, para mejorar día a día, analizando de manera objetiva su actuación durante la carrera y aprendiendo de cada acierto y de cada error.
Este debería ser el ejemplo que siguieran nuestros jóvenes, el de analizar con objetividad el trabajo realizado para repetir en el futuro aquellas acciones que se hicieron bien y trabajar para mejorar aquellas que aún necesitan un ajuste. Esta es la actitud que te lleva al éxito y, posiblemente, también al resultado.
Como bien apunta Alonso, hay cosas que no dependen de uno mismo. Pero no se trata de culpar a la «mala suerte» o agradecer a la «buena suerte» el resultado obtenido sino de ser consciente de que el único camino es el de trabajar día a día en lo que sí depende de uno mismo y estar preparado para aceptar aquellas circunstancias que se escapan de nuestro control.
Aprender a establecer objetivos de mejorar personal, sin perder de vista el objetivo final del resultado, y a evaluar nuestro rendimiento en función de la mejora en estos objetivos concretos es algo que deberían enseñarnos desde niños no sólo en el ámbito deportivo sino como una herramienta de funcionamiento general en nuestras vidas.

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