Ya lo decía Heráclito: «La única constante es el cambio». Y sin embargo, los cambios siempre provocan en nosotros una cierta resistencia. Estamos cómodos en nuestra zona de confort y un cambio supone dar un paso adelante para salir de ella.
Que estemos en la zona de confort no quiere decir que estemos en la mejor situación posible sino que estamos acomodados en ella, con nuestros problemas, alegrías y miserias pero ya conocidos.
Un cambio de las reglas del juego crea en nosotros una cierta inseguridad, desconfianza y ansiedad.
Eso es normal. La clave está en cuánto tiempo tardamos en darnos cuenta de que las cosas han cambiado y que, por tanto, no podemos seguir como hasta ahora.
Adaptarse al cambio es cuestión de supervivencia. Sin embargo, saber aprovechar los cambios para crecer parece cosa de unos pocos. ¿Qué les hace tan especiales?
Un cambio puede, efectivamente, suponer una oportunidad de mejora a través de una transformación.
Hace algunos días vi la película The Artist y más allá de una tragicomedia romántica me pareció un verdadero ejemplo de transformación en momentos de cambio. La película narra la historia de un exitoso actor de cine mudo que ve cómo cambia su entorno con la llegada del sonido. A diferencia de otros actores y actrices que consiguen adaptarse rápidamente al cambio, él no se siente capaz de hacerlo y está a punto de destruirse a sí mismo. Finalmente consigue descubrir algo en lo que ya era bueno y le apasiona, el baile, y resurge para triunfar, esta vez como actor de películas musicales.
Lo mismo ocurre en la vida real. Cuando soplan vientos de cambio, algunos consiguen adaptarse rápidamente mientras que otros se aferran al pasado y se hunden cada vez más. Pero los que verdaderamente triunfan son aquellos que consiguen reinventarse.
Es el momento de pararse a pensar en qué eres bueno y qué es aquello con lo que verdaderamente disfrutas para encontrar nuevas formas de seguir adelante.
Cuando sople el viento, no dejes que la arena te impida ver el horizonte.