Los jóvenes de hoy viven inmersos en un constante bombardeo de información. Es cierto que esto les hace ser más impacientes y exigentes. A la mayoría les cuesta mantener la atención, se cuestionan lo que escuchan y no se conforman con una única versión.
Puede que esta forma de ser nos asuste porque no llegamos a entenderla, pero yo opino que en realidad esta nueva forma de vida les obliga a ser más inteligentes.
Los “nativos digitales” tienen acceso a infinidad de bits de información pero en el fondo, son jóvenes con las mismas inquietudes y problemas que tuvimos nosotros. Puede que encontremos ciertas dificultades de comunicación con ellos, y es que no llegamos a conectar con “su onda”. Pero, ¿lo hacían nuestros padres?
He podido observar que, en general, tenemos la mala costumbre de hablar pensando que los demás han entendido aquello que para nosotros es totalmente cristalino, sin asegurarnos de que efectivamente es así.
Nuestros jóvenes escuchan pero por su cabeza pasa nuestra información a velocidad de vértigo, la procesan y la mezclan con otra mucha información relacionada que han podido recoger de otras fuentes. Y de esa mezcla, sacan sus conclusiones.
Ahora, más que nunca, es importante que los adolescentes aprendan a discernir, a seleccionar la información adecuada, a argumentar. En definitiva, a pensar y a decidir.
Ya disponen del conocimiento. Ahora sólo necesitan que se les hagan las preguntas adecuadas para que descubran su propio camino.
Para los formadores de nuestros jóvenes, tanto en el ámbito educativo como en el deportivo, adquirir y emplear algunas de las habilidades de un coach se convierte en una valiosa herramienta para desarrollar en de ellos su máximo potencial.
No se trata, por supuesto, de que dejen de ser formadores, profesores o entrenadores para pasar a ejercer como coach, sino de que adquieran nuevos recursos que puedan aplicar en los momentos oportunos.