Muchos se extrañan al descubrir que los deportistas de élite no son superhombres o supermujeres, sino que al margen de sus éxitos profesionales son personas y que también pueden sufrir ansiedad, depresión, o cualquier otra enfermedad mental. Los deportistas de élite, debido a su propio ritmo de vida, tienen riesgo de padecer este tipo de trastornos.
Hace poco nos sorprendió la noticia de que la gran tenista japonesa Naomi Osaka abandonaba Roland Garros tras ser sancionada por negarse a atender a los medios de comunicación alegando preocupación por su salud mental. Naomi dijo haber sufrido largos episodios de depresión desde 2018. La pasada semana Naomi Osaka volvía a enfrentarse a una conferencia de prensa previa a su debut en el WTA 1.000 de Cincinnati y rompía a llorar ante una pregunta acerca de su relación con los medios de comunicación.
No es fácil manejar la presión que supone la exposición constante a los medios. La evaluación social es un elemento muy estresante al que los deportistas de élite se ven sometidos constantemente. A los deportistas se les evalúa socialmente en base a sus resultados deportivos, llegando a asociarse de alguna manera valía personal con éxito deportivo. Ante una situación de bajo rendimiento, tener que enfrentarse a esta evaluación social puede resultar muy aversivo.
¿Alguien ha sentido alguna vez la sensación de que lo que hace nunca es suficiente?
En este sentido, el éxito es precisamente un elemento de riesgo. Haber sido la número uno en la WTA como Naomi Osaka, o ser la cinco veces campeona mundial y campeona olímpica como Simon Biles no te protege sino todo lo contrario. Al tener un gran éxito deportivo las expectativas de los demás e incluso las propias del deportista son muy elevadas. Si ya has ganado una medalla de oro «tienes» que ganar otra.
En deportes como la gimnasia rítmica en los que se busca la perfección en la ejecución, con entrenamientos muy duros y exigentes, la posibilidad de no cumplir las expectativas y no volver a alcanzar la perfección en una competición puede generar muchísima ansiedad.
Simon Biles supo parar a tiempo y anteponer su salud mental a un nuevo éxito deportivo en Tokio 2020. Pero reconocer que sufres ansiedad o depresión o un trastorno alimenticio no es fácil.
Parece que en los últimos tiempos más deportistas de élite reconocen haber sufrido trastornos psicológicos. ¿Qué está pasando?
Quizás a esta situación haya contribuido en cierta medida la pandemia. No podemos olvidar que los deportistas, al igual que el resto, también han tenido que estar confinados, han vivido duelos de familiares y/o amigos, y han tenido que restringir sus contactos sociales. Pero además han vivido la incertidumbre del aplazamiento de unos Juegos Olímpicos, han retomado sus entrenamientos en situaciones complejas, e incluso las competiciones han vuelto pero en condiciones excepcionales tanto de medidas sanitarias como de ausencia de público. Todo esto son factores adicionales de estrés que se han alargado en el tiempo.
Los episodios de estrés, ansiedad, así como otros trastornos psicológicos, se han incrementado enormemente entre la población joven (de 14 a 30 años). ¿Nos extraña que los jóvenes deportistas también estén sufriendo? Es cierto que los deportistas de élite están acostumbrados a vivir muchas situaciones estresantes durante su práctica deportiva y que en general las manejan bien. Pero también son humanos.
Todos los que de alguna manera formamos parte del deporte debemos fomentar la práctica deportiva saludable, estando atentos a la prevención de «lesiones» tanto físicas como psicológicas. Y por supuesto, atendiéndolas como merecen en el caso de producirse.
Éxito y salud no tienen por qué estar reñidos. De hecho, sólo con salud (física y psicológica) podremos alcanzar el éxito.