Cómo favorecer la estabilidad emocional

Había puesto todo su empeño en llegar a ser deportista profesional. A pesar de su juventud, llevaba ya muchos años entrenando diariamente, cuidando su alimentación y fortaleciendo sus músculos. Hacía mucho que el deporte había dejado de ser un juego o una afición. Para él, el deporte era su profesión, aunque aún no le pagaran por ello.

Se tomaba el deporte muy en serio. Poco a poco había ido renunciando a cosas importantes en su vida: a vivir con su familia, a sus amigos de la infancia, al tiempo de ocio, incluso había ido abandonando sus estudios. Todo por su deporte.

Vivía únicamente para cumplir su sueño. Pero las ganas de llegar a la meta le hacían transitar por un túnel estrecho, sin poder observar más horizonte que ese punto lejano que se había marcado como meta, sin disfrutar del camino. Cada pequeño obstáculo se hacía cada vez más insalvable. Las lesiones eran cada vez más dolorosas y las recuperaciones se hacían más largas y pesadas. Los entrenamientos eran sólo un medio para conseguir su objetivo y las competiciones se habían convertido en verdaderos exámenes personales. Cada año, el camino se hacía más empinado y difícil.

Desde muy pequeñito había destacado en su deporte. Año a año había ido mejorando, subiendo de categoría y alcanzando los mejores puestos. Todos alababan sus virtudes y él se había sentido una verdadera estrella. Se imaginaba firmando autógrafos, haciéndose fotos con sus fans y disfrutando de una vida de éxitos. Sus padres le habían animado a seguir su carrera deportiva, proporcionándole siempre los mejores medios que tenían a su alcance. Y en gran parte, también compartían ese mismo sueño.

Pero ahora, cada vez que no era titular, cada vez que su entrenador le corregía, o cada vez que un compañero le superaba, la frustración se apoderaba de él. Y con ella, un sentimiento de rabia y de impotencia que minaba su autoestima. Pensaba que estaba defraudando a todos los que habían confiado en él. Se planteaba incluso si merecía la pena tanto sacrificio. Algunos días le entraban ganas de abandonar. Pero se sentía atrapado. El deporte era toda su vida, y si dejaba el deporte ¿qué le quedaba?

Muchos chicos y chicas, en diferentes deportes y niveles, se sienten así. Cuando comienzo a trabajar con ellos, siempre evalúo cómo se sienten respecto a las diferentes áreas de su vida. Si existe un desequilibrio importante, buscamos la manera de fortalecer las áreas más deficientes para compensarlo. No se trata de reducir la importancia del deporte sino de aumentar la de otras áreas fundamentales en su vida. No me canso nunca de decirles, por muy arriba que hayan llegado, que no dejen sus estudios, que mantengan amigos también de fuera del deporte, que las conversaciones con su familia y amigos no se centren exclusivamente en temas deportivos, que disfruten del camino, y que acepten que habrá momentos muy buenos y momentos no tan buenos.

El equilibrio en sus vidas les protegerá psicológicamente en los malos momentos, dándoles la estabilidad emocional que necesitan. La compensación entre las diferentes áreas como la salud, los estudios, la familia, el ocio, los amigos, la autorrealización personal y el deporte disminuye la vulnerabilidad a desarrollar enfermedades como la ansiedad o la depresión. De esta manera, cuando estén pasando por una situación complicada como una lesión seria o una temporada en la que no se consigan los objetivos personales que se habían marcado, es decir, cuando el deporte falle, no se derrumbará todo en sus vidas. En esos momentos podrán apoyarse en otras áreas importantes para ellos, de las que también obtendrán gratificaciones, y seguir adelante.

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies