Hace poco la prensa se hacía eco de la siguiente noticia: «El nadador estadounidense Caeleb Dressel sufrió una depresión tras los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, en los que ganó cinco medallas de oro». No es el primero ni el último deportista al que le ocurre algo similar. Sin embargo, nos sigue sorprendiendo que los deportistas de élite lo pasen mal.
Especialmente nos sorprende cuando se supone que están en su mayor momento de gloria, llegando incluso a sufrir una depresión. ¿Cómo le va a afectar la presión o el estrés si es un deportista de élite?
A lo largo de toda su vida, los deportistas profesionales están sometidos a un elevado nivel de estrés. Son muchas las situaciones potencialmente estresantes que experimentan en su día a día y que tienen que aprender a manejar desde muy jóvenes. Los viajes, la adaptación a los diferentes horarios y climas, permanecer a menudo alejados de su entorno familiar y de amigos, los compromisos con los patrocinadores, la prensa, … Todo esto unido a la gran cantidad de horas que dedican al entrenamiento deportivo. Y, por supuesto, a la competición.
Es cierto que la mayoría se adaptan a estas circunstancias y son capaces de manejarlas bastante bien. Muchos deportistas profesionales poseen una gran fortaleza mental. Esta tiene fundamentalmente tres componentes:
- Autoconfianza. Los grandes deportistas son conscientes de todos sus recursos. Saben que pueden lograr los éxitos que se proponen. Pero, además, atribuyen los éxitos y fracasos a sí mismos, analizando lo que han hecho bien para repetirlo y lo que han hecho mal para trabajar sobre ello. Tienen lo que se llama un «locus de control interno«. Lo contrario, el «locus de control externo» supondría atribuir los éxitos y fracasos a factores externos como la suerte, los árbitros, los rivales, el horario del campeonato, las condiciones atmosféricas, etc.
- Afrontan las dificultades como retos. Y, por tanto, hacen lo que está en su mano para lograr superarlas, siendo perseverantes en su empeño. Poseen además una alta tolerancia a la frustración. Saben que de las derrotas es de lo que más se aprende.
- Buena gestión emocional. No se dejan arrastrar por las emociones negativas o incluso positivas que pudieran surgir durante la competición, y que podrían afectar a su concentración y a su rendimiento. Para ello, controlan también sus pensamientos como una manera de modular sus emociones. Lo que pensamos influye en lo que sentimos y lo que sentimos influye en lo que hacemos.
Conseguirlo no es fácil. Y posiblemente éste sea el factor que marca la gran diferencia a cierto nivel de profesionalidad y hace que los grandes deportistas se mantengan en la élite sin sufrir los efectos negativos de su ritmo de vida.
Y es que estar en lo más alto, haber conseguido grandes éxitos, no es un antídoto contra el estrés, sino todo lo contrario. Es un elemento de riesgo.
Al haber conseguido un gran éxito, las expectativas de todos los que rodean al deportista aumentan. Incluso las del propio deportista. Si ya se ha hecho una vez, se tiene que volver a hacer. Y si no se logra, es un fracaso. El deportista siente la obligación de ganar y la amenaza de no conseguirlo puede generar mucha ansiedad. La prensa, el público en general, los patrocinadores, el club, todos esperan que gane. Y si no lo hace, será una decepción. Es duro enfrentarse a esa presión.
Además, tras un enorme logro que ha supuesto muchísimo esfuerzo y sacrificio, se plantea el interrogante ¿y ahora qué? En el deportista se produce como una sensación de vacío. Todas las horas de entrenamiento, las lesiones superadas, el dolor, el cansancio, todo ha servido para alcanzar la gloria. Pero ya se ha logrado ¿y ahora qué? El deportista necesita reponerse y buscar un nuevo objetivo deportivo que le ilusione y le motive nuevamente. Algo que vuelva a darle sentido a su trabajo diario.
Muchas veces, a esto se une la exigencia de estar un día tras otro trabajando y compitiendo al más alto nivel, con un estrés elevado y mantenido en el tiempo. El deportista puede llegar a un estado de agotamiento psicológico.
Y el éxito también puede hacer que el deportista se sienta solo. A pesar de que serán momentos en los que haya mucha gente a su alrededor, las dudas respecto a si están con él por sus logros o por su persona aumentarán. Muchos deportistas llegan a sentir que sólo valen sus medallas o sus títulos.
El éxito se convierte así en un importante factor de riesgo para sufrir estados de ansiedad o depresión.
El tener una vida equilibrada, con otros intereses al margen de los deportivos, realizando actividades diferentes , con amistades dentro y fuera del deporte, puede ayudar a que tanto los éxitos como los fracasos se relativicen. La victoria o la derrota pasan de serlo todo a ser una parte más de su vida. Una parte muy importante, eso sí, pero no la única.
No debemos olvidar que los deportistas, por muy en la élite que estén, son ante todo personas.