Qué aporta el coaching educativo a tu hijo deportista

Luisito volvió esa tarde a casa sin su sonrisa habitual en la cara. Le habían dado las notas de la primera evaluación y sabía que en cuanto las vieran sus padres, la bronca estaba asegurada. Soltó la mochila con los libros sobre la cama y rápidamente cogió la de deporte. Menos mal que ahora tenía entrenamiento y durante esa hora y media las matemáticas y la lengua pasarían a un segundo plano y su mayor preocupación serían el control orientado y el pase largo.
Como cada tarde, su padre le observaba entrenar desde la grada. Luisito estaba tenso y los ejercicios que dictaba su entrenador no le salían tan bien como otros días. Cada vez que miraba hacia la grada y veía a su padre no podía dejar de pensar en sus notas y en la charla que le esperaba.
Para Luisito el fútbol lo era todo. Disfrutaba de los entrenamientos, del buen ambiente con sus compañeros y de todo lo que aprendía con el míster. Pero lo que más le gustaba era esa sensación que le recorría el cuerpo al salir al terreno de juego los días de partido. Sabía que llegar a ser jugador profesional era muy difícil pero su ilusión era llegar lo más arriba posible en el fútbol.
Esa tarde, la conversación con su padre en el coche fue, como siempre, sobre fútbol. A su padre también le gustaba mucho y siempre lo pasaba bien escuchándole y comentando con él los entrenamientos o partidos (aunque a veces se ponía un poco pesado).
Pero justo al llegar a casa su madre le lanzó la fatídica pregunta: “Luisito, ¿traes las notas?” No entendía por qué su madre siempre se enteraba de todo. ¿Cómo sabía que se las habían dado justo esa tarde? ¿Acaso tenía un sexto sentido?
Y fue entonces cuando comenzó la temida discusión. Las notas de Luisito no eran, ni de lejos, las que sus padres esperaban. Y tras un buen rato de recriminaciones, justificaciones y alguna que otra palabra subida de tono, la conversación finalizó con un tajante: “¡Y te quitamos del fútbol hasta que traigas buenas notas!”. Luisito corrió a su habitación y, dando un portazo, se derrumbó llorando sobre la cama.

Finaliza la primera evaluación y llegan las primeras notas y con ellas, en muchos casos, los primeros problemas. Escenas como ésta a menudo se repiten en diferentes hogares. Ser deportista y además atender a las obligaciones académicas no es fácil. Requiere una gran capacidad de organización, así como disciplina, constancia y esfuerzo.
¿Acaso el poder adquirir estos valores no sería ya razón suficiente como para animar a nuestros hijos a que compatibilicen los estudios con la práctica deportiva? Sin duda. Aunque la realidad es que, como he apuntado antes, conseguirlo no es fácil. Y por eso, en función de las habilidades innatas que más destacan en nuestros hijos o de nuestras propias expectativas o deseos, en ocasiones nos vemos tentados a inclinar la balanza hacia el deporte o hacia los estudios, descartando ese equilibrio tan beneficioso para ellos.
A través del coaching muchos jóvenes deportistas encuentran la manera de compaginar satisfactoriamente sus estudios y su deporte favorito. En sesiones individuales con un coach, el deportista aprende a conocerse mejor, a descubrir sus puntos fuertes y sus áreas de mejora, a marcarse objetivos, a diseñar un plan de acción para lograrlos y a llevarlo a la práctica.
El coaching es una metodología con base científica en la psicología y que, aplicado al ámbito educativo, contribuye a la mejora del rendimiento académico de los jóvenes. No son clases de refuerzo, no se trata de decirles lo que tienen que hacer o cómo sino de que, a través de las preguntas que les plantea el coach, ellos consigan encontrar sus propias respuestas.
Con el coaching educativo se logra que los chicos sean más reflexivos, más autónomos, y que aprendan a asumir la responsabilidad de sus acciones. Todo esto, sin duda, repercute también de manera positiva en su rendimiento deportivo.
Queremos jóvenes que jueguen bien al fútbol pero, sobre todo, queremos buenos deportistas, chicos y chicas con una buena formación tanto académica como en valores, de manera que su paso por el fútbol contribuya positivamente a su desarrollo como personas.
Después de los resultados de esta primera evaluación, ¿hacia dónde te ves tentado a inclinar la balanza? ¿Quieres ayudarles a que consigan el equilibrio?

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