Padres y entrenadores: ¿enemigos o aliados?

Las jornadas de formación de técnicos del CD Canillas tuvieron su broche final con la excelente participación de Chema Buceta y José M. Beirán en una conferencia acerca de la relación entre padres y entrenadores en el fútbol base.

Se habló de fútbol, aunque lo que se dijo bien podría trasladarse a cualquier otro deporte o incluso, por qué no, al ámbito educativo. La relación de los padres con los entrenadores se asemeja en muchos aspectos a la relación de los padres con los profesores en los colegios e institutos.

Siempre me ha llamado la atención que tanto entrenadores como profesores suelen ver a los padres casi como el «enemigo», como alguien que interfiere en su labor profesional. Y lo mismo ocurre con muchos padres, que acaban queriendo ejercer el rol de entrenador o profesor, discutiendo o criticando sus decisiones en un intento (erróneo) de proteger a sus hijos.

Y es que, como bien señaló José Beirán, los padres no reciben un «curso para ser padre de deportista» y cada uno actuará como tal en base a sus propias experiencias. Algunos tendrán más o menos recursos en este sentido pero, con lo que indudablemente cuentan todos es con el gran cariño que tienen por sus hijos. Los entrenadores con el apoyo del Club, al igual que los profesores con el apoyo de la Institución educativa, deberían aprovechar esa «buena voluntad» de los padres para, a través de alguna información o directrices muy claras y sencillas, dirigir su esfuerzo en la dirección adecuada.

Tanto entrenadores o profesores como padres debemos dejar a un lado nuestras propias necesidades de autoafirmación personal para trabajar conjuntamente en lo que de verdad importa, la formación y desarrollo de los chavales.

Como dijo Chema Buceta, el objetivo fundamental del deporte de base es la formación del jugador. No podemos trasladar los comportamientos del deporte profesional al deporte de iniciación. En estas edades, lo más importante es inculcar a los chicos los valores del deporte (el esfuerzo, el sacrificio, la disciplina, el compromiso,…). También, claro está, los conocimientos técnicos o tácticos propios del deporte en cuestión. Pero todo al servicio del desarrollo tanto personal como deportivo del jugador.

Con este objetivo claro, padres y entrenadores deberían trabajar conjuntamente basando su relación en el respeto mutuo.

Los mensajes que transmitimos a nuestros hijos deben ser siempre coherentes con nuestros actos. José Beirán dio un ejemplo muy clarificador: Si, como padres, queremos que nuestros hijos nos respeten como figura de autoridad, no podemos criticar ni mucho menos insultar al entrenador, al árbitro, o al profesor, que también constituyen figuras de autoridad importantes para el niño. Igualmente, añadió Chema Buceta, si como entrenadores insultamos a los jugadores o al árbitro cuando cometen un error, ¿qué les podemos pedir a los jugadores y a sus padres?

Una buen relación entre padres y entrenadores, o entre padres y profesores, se construye a partir del respeto y la comprensión mutua, siendo coherentes en los comportamientos y asumiendo cada uno la responsabilidad de su propio rol.

Entrenadores y padres no siempre estarán de acuerdo, claro está. Es indudable que los padres queremos «lo mejor» para nuestros hijos. Y a veces entendemos que ese «lo mejor» se traduce en una vida sin tropiezos, una vida fácil plagada de éxitos. A todos nos gustaría que nuestro hijo fuera siempre titular, que ganara todos los partidos, que fuera el mejor de su clase y el más popular del colegio. Pero la vida no es así, y tanto entrenadores como padres debemos educar a nuestros hijos en que el error y la derrota también forman parte de la vida. Y que es precisamente el aprendizaje y la superación de las frustraciones y fracasos lo que nos hace crecer día a día.

Por tanto, una labor importante del entrenador o del profesor y también de los padres es la de ayudar a los chavales a que aprendan a gestionar sus propios errores, dándoles la importancia justa, sin sacarlos de contexto, y convirtiéndolos en herramientas de desarrollo personal.

Como dice Chema Buceta, a los padres hay que respetarlos, informarlos, involucrarlos, ayudarles a encontrar su espacio y darles un ejemplo de comportamiento.

Desde mi punto de vista, todo debe partir de una reflexión individual. ¿Qué quiero yo como entrenador? ¿Quiero ganar partidos para aumentar mi currículum o quiero desarrollar jugadores? Y como padre, ¿qué quiero? ¿se trata de trasladar mis frustraciones o mis deseos a mi hijo o lo que realmente quiero es que se forme como persona a través de los valores del deporte?

Una respuesta sincera a estas preguntas nos ayudará a asumir la responsabilidad y el compromiso con nuestra propia decisión.

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