El coach y sus tentaciones

Hace unos meses publicaba en este mismo blog un artículo sobre Las Tentaciones del Coach. En este tiempo, muchos habrán aprendido a alejarse de algunas de ellas, pero hay una tentación importante que no comenté y sobre la que un coach debería trabajar casi constantemente: la tentación del «quiero ayudarte».

Si hay una palabra que debe envolver un proceso de coaching esa es el RESPETO. Respetar a tu cliente no sólo consiste en hablarle de manera correcta y educada, en no juzgar su manera de pensar o de actuar, o en adaptarte a su ritmo de aprendizaje. El respeto también consiste en ayudar a las personas hasta el punto en que quieran ser ayudadas. Ni más, ni menos.

Muchos coach inician esta profesión con el noble deseo de ayudar a los demás. Posiblemente en este deseo de ayudar se encierra también, como contrapartida, la gran satisfacción personal de haber ayudado. Desde mi punto de vista, esta satisfacción también se puede conseguir con cualquier otra profesión, aunque es cierto que al tratar directamente con personas el feedback es más inmediato. En cualquier caso, la satisfacción del trabajo bien hecho supone una enorme recompensa interna.

Pero al querer ayudar a nuestro cliente por encima de todo nos podemos dejar llevar por el entusiasmo, de manera que forcemos a nuestro cliente a ser ayudado en aspectos en los que, por la razón que sea, no quiere serlo o, al menos, no quiere serlo en este momento.

Respetar al cliente y su libertad para decidir qué quiere trabajar, cómo y hasta dónde es fundamental en un proceso de coaching. Sí, seguramente como coach descubras aspectos interesantes que podrían ayudar a mejorar a tu cliente. Pero no se trata de ti, sino de lo que él o ella quieran en cada momento. Es muy probable que un comentario acertado, un silencio o una simple pregunta le sirvan para reflexionar. Y quizás mucho más adelante vuelva a sacar el tema. Pero si no es así, olvídate. No te dejes tentar por ese enorme deseo de ayudar y respeta la libertad de no querer ser ayudado.

El «maternalismo» mal entendido de algunos coach, les lleva a proteger, a acunar a sus clientes entre algodones, haciéndoles dependientes. Al final, querer ayudar demasiado produce el efecto contrario.

Cuando te descubras pensando «cómete las espinacas, que te harán fuerte» y tu cliente esté con la boca cerrada y los dientes apretados, ya lo sabes, habrás caído en la tentación.

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