Historias similares a ésta se repiten a menudo también en otros contextos educativos, como el de los entrenadores deportivos antes de partidos trascendentes (o no) de categorías inferiores. Posiblemente ellos no son conscientes del daño que hacen a sus jugadores con estas incoherencias entre lo que dicen y lo que hacen. Y seguramente actúen desde el convencimiento de que están haciendo lo mejor para el equipo. No podemos dudar de su buena intención. Sin embargo, esto no puede servir de excusa. Cuando trabajamos con un equipo, especialmente si éste está formado por jóvenes, transmitir mensajes que son incoherentes con nuestros actos provoca irremediablemente una sensación de frustración y desconfianza hacia la persona de referencia, ya sea el profesor, el entrenador o el director de un equipo de trabajo. Cuidar lo que decimos, cómo lo decimos y qué hacemos a continuación es esencial para construir una buena relación de confianza y cercanía con el equipo, basada en el respeto mutuo.