Caos en la noche de Reyes

El número de pedidos había ido aumentando considerablemente en los últimos años. Los tres Reyes habían pensado que Papá Noel les quitaría trabajo con el reparto de regalos, pero los niños, lejos de optar por uno u otro, simplemente habían duplicado sus peticiones.

Cada año las cartas eran menos elaboradas. Ya no llegaban por correo postal. Las nuevas tecnologías habían irrumpido con fuerza, y los niños se limitaban a enviar un email o incluso un whatsapp, sin más preámbulos que el de «Queridos Reyes Magos, quiero:» seguido de una lista interminable de regalos con nombres cada vez más extraños (smartphone, PS4, Xbox,…).

Los pajes de los Reyes se las habían visto y deseado para descifrar tan modernas peticiones. Pero este año, gracias a la iniciativa de Crispín, el paje real encargado de la coordinación de pedidos, todo estaba bajo control.

Crispín había convencido a Sus Majestades para instalar un gran ordenador central que recogía todos las demandas de los niños, las seleccionaba por productos para su elaboración, y volvía a agruparlas por pedidos completos, trazando las rutas de reparto más eficientes.

Crispín se sentía muy orgulloso de su trabajo. El solo era capaz de controlar todos los pedidos en un tiempo récord.

A tan sólo unas horas de la gran noche, se paseaba tranquilamente por los hangares supervisando la frenética actividad de las máquinas dirigidas por el gran ordenador central. Todo estaba saliendo a la perfección. Crispín, satisfecho y relajado, caminaba sonriente por entre las montañas de paquetes ya preparados.

Se detuvo en uno de los almacenes y decidió hacer una comprobación rutinaria. Tomó uno de los pedidos al azar y comenzó a «chequear el picking» (vamos, que se puso a comprobar si estaban empaquetados los regalos correspondientes). En cuestión de segundos, su cara pasó del blanco al morado y después al rojo, y de su garganta surgió un grito desgarrador que no se sabía muy bien si era el quejido de un ogro moribundo o el rugido de una bestia salvaje.

Ante semejante sonido, los Reyes Magos acudieron asustados. Crispín, tomando fuerzas de donde no las había, se dirigió a ellos con un hilo de voz:

– ¡El ordenador se ha vuelto loco! ¡Todos los pedidos están mezclados! ¡¡¡Es un virus!!!

Sus Majestades no entendían de temas técnicos pero los ojos de Crispín, a punto de salirse de sus órbitas, indicaban que aquello era grave.

Gaspar, con su habitual tranquilidad y sensatez, se dirigió a Crispín:

– Mi querido Crispín, ya te dijimos que lo del ordenador no nos terminaba de convencer. Tú eres muy valioso y las máquinas son buenos aliados pero los grandes trabajos siempre se realizan mejor en equipo. Todos tenemos grandes capacidades que podemos poner al servicio de un fin común. El trabajo en equipo, la importancia del compromiso y de ayudarnos unos a otros, es lo que siempre hemos querido transmitirte. Lo que ha ocurrido hoy es una catástrofe pero al menos esperamos que saques un importante aprendizaje de esta experiencia.

– Sí, Majestad, lo comprendo, trabajo en equipo. – respondió Crispín casi a punto de llorar – Lo solucionaré.

Y diciendo esto, se encaminó pensativo y taciturno hacia las instalaciones del gran ordenador central. En su cabeza se amontonaban los pedidos y las direcciones de entrega, tratando de encontrar una manera de hacerlos coincidir de nuevo. Trabajo en equipo le habían dicho los Reyes. Necesitaba encontrar a alguien que le ayudara pero ¿quién?

Se sentó frente al teclado y comenzó a revisar los listados. ¡Un caos! De repente, un mensaje apareció en el centro de la pantalla:

– ¿Puedo ayudarte?

Crispín lo miró atónito y, si saber muy bien ni cómo ni por qué, sus dedos teclearon:

– No sé. ¿Puedes?

– Creo que sí -volvió a contestar la pantalla.

Todo se volvió negro durante un segundo. Después, una larga lista de números y de indicaciones escritas en un extraño lenguaje informático comenzaron a recorrerla de arriba a abajo.

Al otro lado de la red, un niño de tan sólo doce años había conseguido hackear el gran ordenador central de Sus Majestades y desde su casa estaba realizando las operaciones necesarias para repararlo.

En unos pocos minutos el ordenador volvía a funcionar con normalidad. Crispín vio cómo los robots volvían a rehacer los pedidos, reubicándolos también en las rutas correctas. ¡No podía creerlo! Sus manos teclearon: ¡¡GRACIAS!!

En la pantalla apareció un emoticono sonriente seguido del mensaje: «Somos un gran equipo».

Crispín sonrió y corrió a contarles a Sus Majestades lo ocurrido. «Crispín, cuando formas parte de un equipo, sabes que siempre habrá alguien a tu lado dispuesto a echarte una mano para alcanzar el objetivo» – le dijeron. Y sin más, el equipo de Reyes inició su viaje.

A la mañana siguiente, un niño de tan solo doce años se despertó nervioso, con la ilusión de haber recibido la visita de los Reyes Magos. Junto a sus zapatos, un plato con algunas migas de galletas y dos paquetes. En ellos encontró un teclado con luces multicolores que brillaban al presionar las teclas y un ratón con botones programables. A su lado, una pegatina de un emoticono sonriente que rápidamente usó para tapar la cámara de su ordenador. A partir de entonces – se dijo – ayudaría a Crispín con los pedidos. Ya estaba pensando en un nuevo programa mejorado para el gran ordenador central. En cuanto instalara los nuevos accesorios, se pondría con ello.

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