Talento cautivo…¿hasta cuándo?

La gran mayoría de las empresas son conscientes de que no son más que la buena ejecución de las personas que la forman y que, por tanto, mimar y retener el talento resulta fundamental para la supervivencia y desarrollo de la organización.

Es cierto que ningún individuo es imprescindible ni en su puesto ni en su compañía y que si cambia de posición, departamento o empresa, las cosas podrán pasar por un pequeño momento de convulsión pero rápidamente volverán a su cauce.

Sin embargo, un estilo de dirección que sistemáticamente descuide a sus empleados estará conduciendo a la organización a la mediocridad y el estancamiento.

Al igual que en las relaciones personales, los vínculos empleado-empresa se fortalecen en los momentos difíciles. En épocas de crisis, cuando las personas temen por sus puestos de trabajo y les cuesta arriesgarse a un cambio de organización, es fácil que comience a imponerse la ley del «todo vale». En general, las empresas procuran conservar a sus mejores activos, eso sí, sometidos a una alta presión. Y los grandes profesionales saben que las cosas son así, que hay momentos en los que toca remangarse y tirar del carro.

Pero es en estos momentos, cuando se está pidiendo un esfuerzo extra, en los que un buen líder sabe cuidar a su equipo. En las épocas en las que las recompensas monetarias o de promoción están vetadas, los valores y las relaciones humanas toman una mayor transcendencia.

Percibir que te valoran, te escuchan y te comprenden puede resultar tan reconfortante como un suculento bonus. En los momentos en los que la economía no lo permite, los líderes no pueden ser espléndidos en recompensas monetarias pero no deben escatimar en empatía, escucha o comunicación. Reconocer los esfuerzos, defender a tu equipo, valorar el trabajo bien hecho, ser sincero,…¡dar las gracias! No existen comportamientos más rentables y sin embargo menos empleados en situaciones complejas.

Está demostrado que el estrés reduce la capacidad atencional y sitúa nuestro foco en el problema más inmediato y en nuestra propia supervivencia. Por ello, muchos directivos no son capaces de mirar la situación desde una perspectiva más amplia y el victimismo y el egoísmo se apoderan de los estilos de dirección.

Tarde o temprano, la crisis pasará y si el líder no ha sabido cuidar de su equipo creando vínculos más allá de los puramente económicos, el talento comenzará a escapársele de entre las manos como un puñado de arena.

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