Consumismo humano

Los pasados años de bonanza económica nos han llevado a permanecer inmersos en una época de consumismo materialista en la que lo defectuoso ya no se repara sino que directamente se sustituye.

Posiblemente, a raíz de la crisis económica general que estamos sufriendo, esta tendencia vaya cambiando y poco a poco volvamos a reparar, reutilizar y muchas veces reinventar, viejos artilugios. No es que esto me preocupe demasiado ya que, posiblemente, esta nueva tendencia de reparar y reutilizar favorezca la creatividad, lo que siempre será positivo.

Lo que verdaderamente me preocupa es comprobar cómo este consumismo materialista se ha trasladado al ámbito personal dentro de las organizaciones.

Hoy en día resulta más fácil deshacerse rápidamente de la pieza que no encaja y sustituirla por otra que intentar hacer lo posible para limarla hasta conseguir que lo haga.

El desarrollo interno en muchas organizaciones ha pasado a un segundo plano. El elevado nivel de paro lo favorece. Y en cierta medida está asumido que, a nivel profesional, este tipo de situaciones se produzcan con relativa frecuencia. Sin embargo, la mayoría de las veces esta sustitución de personas se debe no tanto a la incompetencia del empleado sino a la falta de habilidades del empleador para desarrollar a su personal. Claro, resulta más fácil y rápido cambiarlo por otro que invertir tiempo y esfuerzo en su mejora.

Desgraciadamente, esta misma dinámica podemos encontrarla también, y cada vez más, a nivel escolar o educativo. Y esto sí que es preocupante.

Algunos colegios y escuelas deportivas están dejando a un lado su labor principal de formación y desarrollo de capacidades para centrarse en la consecución de resultados inmediatos. Bajo el paraguas de la palabra escuela se amparan muchas veces organizaciones más pendientes de su propios intereses de crecimiento o rentabilidad que de llevar a cabo la verdadera labor que les ha sido encomendada, la de formar, la de transmitir conocimientos y valores que ayuden a desarrollarse a sus alumnos.

Creo que, principalmente cuando hablamos de chavales en edad de formación, el único baremo para decidir la sustitución de alguien debería ser la ACTITUD, no el nivel de capacidad alcanzado. El único que no puede cambiar es aquel que no quiere hacerlo. Pero al que quiere mejorar hay que darle las herramientas necesarias para que lo logre.

No podemos desechar personas a la ligera, como si de piezas defectuosas se trataran, sólo porque en este momento «no encajan». ¿Qué parte de responsabilidad tienen sus superiores, sus entrenadores o profesores de su insuficiente consecución de determinados estándares? ¿No será que han sido precisamente éstos los que no han hecho bien su trabajo formativo?

Creer en el potencial de las personas, ayudarles a mejorar, proponer retos, darles apoyo, eso es lo que para cualquier responsable de un equipo de trabajo, ya sea en el ámbito profesional o en el educativo, debería constituir su principal misión.

Reparar, reutilizar, mejorar y reinventar es más complejo, sí, pero mucho más gratificante.

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