Antes de saltar, comprueba que llevas paracaídas

Siempre había querido experimentar sensaciones nuevas. De niño había soñado con ser un explorador, vivir aventuras, descubrir nuevos mundos… Sin embargo su vida había seguido un camino diferente, convirtiéndose casi sin darse cuenta en una gris sucesión de días iguales. Se daba cuenta de que no había vivido sino que la vida había pasado por encima de él, revolcándole como una ola.

Una tarde como otra cualquiera, llegó a casa tras una monótona jornada en la oficina, se preparó un sandwich, cogió una cerveza del frigorífico, y se sentó a navegar con su ordenador. De repente, algo llamó su atención. Un amigo suyo había colgado en las redes una de esas frases impactantes: «Tu vida empieza hoy, haz tus sueños realidad». Esa frase empezó a resonar en su cabeza, despertando en él una nueva sensación hasta ahora desconocida.

Al día siguiente, al regresar del trabajo, volvió a sumergirse en esa maraña de mensajes virtuales en busca de algo que diera color a su vida. Y allí estaba: «Puedes ser lo que quieras ser. Atrévete a cambiar».

Empezó a esperar ansioso cada día la hora de volver a casa para buscar nuevas frases que removieran sus deseos, lapidados tras años de rutina. Y comenzó a sentir que la vida había sido injusta con él, que mientras otros triunfaban él tenía una vida miserable. Sí, tenía un trabajo estable, una familia, un hogar, pero ¡qué era eso comparado con la emoción de ser aventurero y recorrer mundo!

«Quiero cambiar»- pensó. «Quiero cumplir mis sueños. Seré explorador». Y aquella mañana de sábado, se levantó temprano y sin despedirse de nadie salió de casa. Condujo hasta la ladera de una montaña y después continuó su camino a pie. Subió alto, muy alto. Y cuando estaba arriba tomó su decisión: «Saltaré. Este será el inicio de mi primera aventura». Se asomó al precipicio y el miedo le recorrió la espalda. Pero recordó todas esas frases que le habían animado durante los últimos meses y retrocedió un poco para coger carrerilla y saltar con todas sus fuerzas.

Comenzó a correr hacia el vacío, mientras en su cabeza se iban sucediendo imágenes de exploradores sonrientes que le jaleaban y le animaban a saltar.

Cuando ya estaba a punto de saltar, con uno de sus pies en el aire, un montañero se interpuso en su camino.

«¿Qué pasará cuando saltes?»- le preguntó.

Y sólo entonces fue cuando se dio cuenta de que no había pensado en las consecuencias de su salto al vacío. Ni siquiera llevaba paracaídas.

Se dejó caer sobre la hierba, aún jadeante por la carrera, y empezó a pensar. Pensó en su vida, en que quizás no todo era tan gris. Pensó en su sueño de ser explorador para vivir nuevas experiencias y se dio cuenta de que posiblemente también podría vivirlas sin romper con todo. Pensó que antes de saltar, es importante comprobar que llevas paracaídas y que no se es más valiente por saltar sin él sino más inconsciente. Pensó que la aventura de saltar con paracaídas era incluso más emocionante porque podría repetirla en distintos lugares, compartirla con sus amigos y familia. Pensó que, después de todo, quizás los cambios radicales e impulsivos no eran mejores que los pequeños cambios hechos desde la reflexión y orientados hacia una meta concreta, retante y realista.

Se levantó y caminó montaña abajo, pensando en esos pequeños pasos que iba a dar hacia su meta de experimentar nuevas sensaciones que le hicieran sentir vivo y dueño de su propia existencia. Por un momento volvió la cabeza buscando con la mirada al montañero que con su pregunta le había hecho reflexionar evitando una muerte segura, pero no le encontró. Y continuó su camino, sosegado y contento.

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